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Historia del niño Pedrín

                                      Niño Pedrín y su cruz

A finales de diciembre de 1892, el Diario El Imparcial se hacía eco de forma extensa y minuciosa de una noticia que causaría un gran revuelo en la sociedad española del momento. El niño Pedro Bravo Bravo, Pedrín, como se le conocería ya para siempre, de unos 8 años, desaparecía misteriosamente en su nativa localidad de San Lorenzo de el Escorial, en la provincia de Madrid, presumiblemente raptado y cautivo en contra de su voluntad y siendo víctima de toda clase de abusos y tropelías. Aparecería dos meses más tarde, ya cadáver, en las proximidades de la zona, a escasamente unos kilómetros, concretamente en el Monte de Abantos el 10 de febrero del siguiente año. Hoy en día, una ruinosa cruz de granito y la inscripción con su nombre y cuanto aconteció, recuerda los cruentos hechos. La justicia del momento culpabilizó de la infamia por pruebas materiales y testimoniales, al vecino y delincuente común, Julián García, de veinticuatro años de edad, apodado el chato, como principal autor material  del secuestro, mutilaciones y abusos sexuales para con la víctima y que junto con algunos miembros de su propia familia, específicamente sus hermanas y cuñado, dieron rienda suelta a la barbarie y al infanticidio. Condenados a pena de cárcel, aunque no al castigo capital, el chato y sus secuaces pasarían largos años en prisión para al final de sus días y en cuanto al homicida se refiere, mendigar y vagabundear prácticamente ya ciego y anciano, por las calles de Madrid.
   Quizá y sin que justificara la gravedad de los hechos, sirviera de atenuante las posibles secuelas físicas y mentales del acusado en el veredicto final, pues durante el juicio se evidenciaron crisis de epilepsia junto con una más que probable deficiencia mental leve o moderada del reo.
   Con este caldo de cultivo, no sería disparatado pensar que pronto el populacho comenzara a dar rienda suelta a la imaginación y creara todo un intrincado de leyendas y extraños sucesos en torno a la figura del malogrado niño y del lugar donde aparecería muerto. Aquella cruz de granito, muda testigo de los acontecido allí hace ya más de un siglo, sería el enclave inquietante de toda clase de testimonios sintetizados en apariciones fantasmales y de sombras con forma humana y de grandes proporciones y que junto con lamentos en la noche,  alertarían a los extraviados transeúntes de las inmediaciones. ¿Leyendas, sucesos extraños ideados por las mentes calenturientas de un populacho enfebrecido por la pena, el dolor y la rabia?…o quizá no. De las oportunas investigaciones de campo sobre el terreno y las propias conclusiones consecuentes depende el buen quehacer investigador. De cada uno de nosotros depende separar la paja del grano y quedarnos con la realidad del misterio. ¿Te atreverías?.
GRUPO DAGUIAN MADRID: MISTERIOS Y OVNIS

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